NO SIRVES PARA NADA
Cuando yo era pequeño
estaba siempre triste,
y mi padre decía,
mirándome y moviendo
la cabeza: hijo mío,
no sirves para nada.
Después me fui al colegio
con pan y con adioses,
pero me acompañaba
la tristeza. El maestro
graznó: pequeño niño,
no sirves para nada.
Vino, luego, la guerra,
la muerte –yo la vi-
y cuando hubo pasado
y todos la olvidaron,
yo, triste, seguí oyendo:
no sirves para nada.
Y cuando me pusieron
los pantalones largos,
la tristeza en seguida
cambió de pantalones.
Mis amigos dijeron:
no sirves para nada.
En la calle, en las aulas,
odiando y aprendiendo
la injusticia y sus leyes,
me perseguía siempre
la triste cantinela:
no sirves para nada.
De tristeza en tristeza
caí por los peldaños
de la vida. Y un día,
la muchacha que amo
me dijo, y era alegre:
no sirves para nada.
Ahora con ella,
voy limpio y bien peinado.
Tenemos una niña
a la que, a veces, digo,
también con alegría:
no sirves para nada.
José Agustín Goytisolo
(1928-1999)
Lindo.
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